domingo, 11 de abril de 2010

Contra las 17 nuevas jaulas marinas de Igueste






Proyecto de instalación de 17 nuevas jaulas para cultivos marinos en Igueste de San Andrés.

Al parecer no existe una monitorización específica de la afección producida por las 22 jaulas actuales,  éstas han ocasionado y siguen ocasionando una importante degradación del medio marino, con graves perjuicios porque es notorio que  dichas jaulas alteran y ponen en peligro el ecosistema de la zona, debido principalmente a la polución orgánica generada por las propias especies, que se cultivan en gran cantidad y en un espacio muy reducido, a los procesos de decantación y a los nutrientes y agentes químicos empleados (antibióticos, hormonas de crecimiento, tratamientos antiestrés, etc.)

No se debe permitir incrementar el riesgo actual contra los peces y las aves locales de la Reserva Marina de Anaga, que debiera ser protegida, que acuden a las jaulas atraídos por la comida, cambiando su hábitat. Es lamentable que encima se les contamine, aparte del paso de contaminantes a la cadena de alimentación humana, y es muy incomprensible que, en lugar de desmantelar las actuales, pretendan incrementar su número, dimensiones y capacidades.

Además, las jaulas atraen a otras especies depredadoras que normalmente no se avistaban en la zona, que a su vez actúan también como depredadores de las propias especies autóctonas, contribuyendo a su disminución y afectando gravemente a la actividad de pesca artesanal tradicional de la zona que permite el sostenimiento de muchas familias. Hay que hacer hincapié de que, tan cerca de la playa de Las Gaviotas y de Las Teresitas, las jaulas marinas pueden atraer también a otras especies. Tenemos ejemplos de cetáceos con los delfines en las jaulas marinas de Arona, a donde se acercan y son alimentados por el personal que cuida las jaulas, cambiando sus hábitos. Pero quién dice que no pueden atraer a otros peces depredadores más peligrosos y que también puedan acercarse tiburones en busca de comida.
Tampoco se conocen las consecuencias ambientales de la introducción de dorada y lubina ocasionada por su reproducción en libertad, debido a escapes accidentales o quién sabe si detrás de una indemnización de un seguro. Más de una vez se han llenado las orillas de la playa de miles de lubinas, desconociéndose la razón, cuyos efectos ecológicos son difíciles de detectar a corto plazo. Los peces escapados compiten por alimento y espacio, llevando la pérdida de alimento a las especies autóctonas en su habitat natural. Estos cultivos marinos son un peligro potencial, porque alteran significativamente la ecología local de la doble lindante Reserva Marina de Anaga, afectando incluso a las aves protegidas de la zona.

Se han incumplido las mínimas recomendaciones de evitar la instalación de jaulas marinas en lugares considerados de interés. En este caso, rompiendo y sobrepasando los límites de la Reserva Marina de Anaga, y también a menos de los 1.000 metros de radio recomendados con respecto a unas playas de intenso uso público, tan escasas en Santa Cruz y con tantos usuarios como son Igueste de San Andrés, Playa Chica, Las Gaviotas, y llegando a afectar incluso a Las Teresitas ya que con los habituales vientos del Nordeste, la Corriente Canaria y las mareas, estos residuos orgánicos son desplazados hacia la costa. La polución visual, con la constante aparición de materia en suspensión de color verde pardusco, que acaba depositándose en las orillas, era algo desconocido hasta la instalación de las actuales jaulas. ¿Qué se puede esperar con un número mayor de éstas?

Las actuales jaulas se han instalado sobre praderas de fanerógamas, lo más cercanas posible a la costa y perjudicando a los demás usuarios de la zona. Además, el impacto visual que producen daña el valor paisajístico y anula su atractivo, perjudicando al turismo.

El Gobierno Canario está fallando en defender la sostenibilidad ambiental y económica de la zona y de sus habitantes. Este negocio se viene utilizando para producir especies de amplia aceptación, para proporcionar grandes beneficios a industriales e inversores que trabajan con esta tecnología, además de la investigación y fabricación de piensos, vacunas, sistemas de proceso, transporte, etc. Mientras, los pescadores locales pierden su medio de sustento y se pone en riesgo la salud de los consumidores que ingieren una parte de los antibióticos, tranquilizantes, hormonas, etc., con los que se alimentan a estos pescado de cultivo. Canarias no debe sumarse a la lista de países subdesarrollados que son los principales productores y exportadores de cultivos marinos en detrimento de su medioambiente.

Es una ironía que, para la obtención de 1 kgr. de dorada o lubina, se requiera entre 3 o 4 kilos de pescado para piensos compuestos artificialmente de sus harinas y aceites. Hasta el año 2000, el 30% de las pesquerías del planeta iban destinadas a la acuicultura. La aportación media anual para la alimentación de las dos especies supone 182.000 kgrs en cada una de las concesiones. Se calcula que el 20% de esta cantidad no es ingerida por los animales y por lo tanto se difunde al medio marino, lo que se convierte en compuestos de amonio. Por otra parte, en la excreción del pienso ingerido se libera el 65% de nitrógeno consumido y en las heces el 30% del carbono y el 10% del nitrógeno. En total, por cada 1.000 kilos de pienso, se liberan al medio marino algo menos de 100 kilos de nitrógeno. Los residuos se dispersan en el medio debido a las corrientes, que en esta área es bastante intensa, lo que probablemente disminuye la capa de sedimento debajo de las aulas. Pero, la acumulación de piensos constituye una fuente de contaminación orgánica cuyo alcance resulta imposible de determinar debido a las características oceanográficas del área.

Los peces de los cultivos, están expuestos al medioambiente y son más sensibles a la polución, bien química o de sus propios excrementos. La alta densidad de peces en jaulas para mayor rendimiento y beneficios, incrementa los problemas de stress y su susceptibilidad a las enfermedades. Esta sobrepoblación empobrece la calidad del agua y disminuye los niveles de oxígeno, con altos niveles de productos metabólicos y excrementos, lo que provoca el rápido crecimiento y transmisión de parásitos, microorganismos y patógenos.

Además, a los alevines se les realiza un tratamiento preventivo de enfermedades para su llegada a las jaulas, para prevenir las conseccuencias del stress y la aportación de patógenos provenientes de su centro de cría. Posteriormente, cuando se observan anomalias en el estado de los peces, se aportan antibióticos, estimando que un 20% de todo lo que se les administra acaba esparciéndose en el mar. Se desconoce los efectos de los antibioticos de amplio espectro sobre las poblaciones naturales.

Toda la gente que come este pescado no sabe que puede ser muy poco saludable, aunque ya mucha gente lo rechaza, y en otros paises como Noruega con el salmón cultivado, por ejemplo, advierten que no coman más de una vez a la semana porque es malo para la salud.

En conclusión, los cultivos marinos ocasionan la pérdida de habitats sensibles de muy difícil recuperación. Apostar por beneficios de este origen tiene consecuencias devastadoras, pues estas jaulas de cultivos marinos alteran el ecosistema de manera tan cruel y perniciosa que, lejos de ampliar las actuales instalaciones, se debería aconsejar su desmantelamiento, para la recuperación de la zona como verdadera Reserva Marina de Anaga, lo que también permitiría la supervivencia de la pesca artesanal tradicional.

Las instalaciones existentes no sólo no han generado casi ningún puesto de trabajo para los habitantes de la zona, ni lo generarán en el futuro, sino que han empeorado las condiciones para la pesca. La defensa de los cultivos marinos se plantea siempre como fuente de beneficios para sus inversores, pero hay que tener muy claro que es a costa del doble empobrecimiento de su entorno, el ecológico y el de las comunidad pesquera de San Andrés.

Por último, también se debe defender y apoyar como principales afectados, a la Cofradía de Pescadores de San Andrés, quienes están totalmente en contra y rechazan estas jaulas. No porque ellos mismos quisieran explotar este tipo de negocio, sino porque defienden su supervivencia y su medioambiente. Aquí no vale el argumento de que, en algunos sitios, son las propias cofradías las que quieren gestionar la explotación de las jaulas marinas.

2 comentarios:

Raul Beltrán dijo...

Tras estas jaulas siempre están los mismos. El grupo de CC (Corrupción Canaria)

aliciamikele dijo...

Ya hay cuatro nuevas jaulas y la costa completandose de un color verde, impropio de las algas autoctonas. Mas pruebas de la contaminacion creada, que avanza dia a dia a la vista, hasta del que ignora, despiadadamente.